MICRORRELATO
En un lugar de mi cerebro, de cuyo
nombre no quiero acordarme, no hace mucho que vivía un ser microscópico que
tenía una casita en mi cabeza. Era vecina del Razonamiento, un amable bichito
amigo suyo. Nuestra amiga se llamaba Conciencia. Todo el mundo dice que tiene
mal carácter, siempre refunfuñando, rechistando… Es muy pesada. Por eso algunos
la llaman Doña Gruñona. Y es que es normal que esté de malhumor, si no tiene
tiempo para descansar. Me pregunto cuántos cafés debe tomarse para no quedar
profundamente dormida. Su vida es muy dura: está todo el día en su puesto de
vigilancia, lleno de cámaras que ven todo lo que hacemos. Lee y relee todos
nuestros secretos, las cosas inexplicables que hemos hecho. Cuando percibe una
mala acción, agarra el micrófono y empieza a advertirte de que algo no está
bien. A veces es insoportable, pero se callará cuando resolvamos la lista de
los problemas pendientes, aunque parezca imposible. También nos felicita cuando
ayudamos y empatizamos, y da gusto oír cómo nos dice lo bien que lo hemos
hecho.
Aunque hay que recordar que nuestras fechorías no tienen fecha de
caducidad. La conciencia estará ahí para recordarte todos y cada uno de tus
errores. A veces nos ayuda a tomar decisiones o nos predice las consecuencias
de nuestras acciones. De vez en cuando, se pelea con la curiosidad, porque una
quiere fisgonear, y la otra, no opina igual, ya que es precavida. La conciencia
puede resultar insoportable, pero ella trabaja sin sueldo día y noche, hasta en
sueños, sin días de vacaciones y sólo para nosotros. ¿Por qué? ¿No es evidente?
Aunque sea una pesada y un poco malhumorada, ella nos quiere. ¿No deberíamos
agradecérselo?
Autora: Amanda Rodríguez, 6º Nivel
MICRORRELATO
Algunos
comentan que la conciencia te dice lo
que está bien o mal. Pero yo no opino eso, bueno, yo lo diría o lo expresaría
de esta manera: Me ayuda. Algo que me parece muy interesante. ¿En qué me ayuda? Mmm… Pues a tomar decisiones, a ser
responsable de lo que ocurre a mi alrededor, a elegir, a tomar conciencia de la
realidad, a darme cuenta de cómo cambia esa
realidad en cada momento delante de mí y a ponerme en el lugar de los demás.
Ella es una de las cosas que más me importa.
Vive en mí, aunque no sé dónde porque la mía es un poco
inquieta, una vez esta aquí, la otra allá, bueno tú ya me entiendes.
No sé si duerme, pero la siento mucho más potente,
pensativa y sabia que yo. Ella se hace notar sólo cuando es necesario.
La conciencia crece solamente cuando el conocimiento de
su propietario crece.
Yo creo que, dependiendo de la personalidad de cada ser
humano, su conciencia es diferente de las otras conciencias.
Te voy a contar un secreto. Para poder hacer esta redacción, la conciencia salió de mí, se sentó a mi lado y me dijo:
-
¡De aquí no te mueves hasta que escribas algo maravilloso sobre mí!
Yo, con una sonrisa en la cara, la miré y empecé a
escribir lo que tú ahora estás leyendo.
Ella vino cuando yo vine, lo único es que siendo un
bebé, todas las noches que yo no podía dormir salía de mí una gentil y bella
mujer que me acariciaba y me susurraba
al oído que no había nada que me pudiese hacer daño, que siempre estaría a mi
lado. ¡Oh, dulces palabras que estarán
conmigo hasta que llegue mi hora!
Autora: Ada Mar Romero Méndez, 6º Nivel